21 de octubre de 2008

Capitulo 7


15 DE SEPTIEMBRE DE 1855

La sangre es la clave, la fuerza, y la supervivencia... y la sangre de Arthur, lejos de matarme como yo pensé, me ha dado mucho más de lo planeado, aunque también me ha arrebatado mi bien más preciado, mi luz, mi amor...



He decidido huir.
Me confieso un cobarde al ser incapaz de permanecer por más tiempo en el hogar que Victoria y yo decoramos con tanta ilusión. Sé que ambos acordamos instalarnos una larga temporada en esta preciosa ciudad, pero no puedo más...

He dejado a un oficial al mando de cada una de las empresas que adquirí durante la epidemia, con el fín de que sigan d¡gestionando mis negocios tras mi marcha. Como soy incapaz de autoimponerme una fecha de regreso, he decidido hacer sus cargos vitalicios y hereditarios. Quién sabe si la próxima vez que pise alguno de mis despachos, serán los hijos d mis trabajadores quienes me reciban, o incluso sus nietos...


Me encuentro en mi Ontinyent natal, al que he aprovechado para visitar antes de continuar con mi marcha hacia las costas andaluzas, y mi posterior peregrinación por el continente africano.

Llegué a mi ciudad anoche, en medio del sepulcral silencio de las calles.
No ha cambiado demasiado en estos últimos años, ya que, aunque ha crecido, sigue teniéndo ése aura a pueblo del interior valenciano, al que ahora azota el Cólera , al igual que hace un año en Barcelona... sinto que allá adónde voy, me persigue la muerte.

He arrendado una habitación en la posada de Josep Torró, el cual, cuando me fuí aún era un crío.
Trataré de evitar ser visto para no despertar sospechas, ya que por aquí quizás aún recuerden la muerte de mi padre y mi desaparición.
Cuánto desearía poder visitar a mis amigos de la juventud, mi antigua casa, o incluso saber qué fué de María...

Lo primero que hice anoche, una vez instalado en la posada, fué pasear por los aledaños de la iglesia de Santa María, y sentarme en el bajo muro de piedra que hace ya años fué testigo de mi agresión, y posterior transformación. La morbosidad me puede, lo reconozco.

Traté de descansar , que no dormir, pero en mi cabeza se proyectaban las imagenes de la última vez que Victoria me hizo el amor, la última noche juntos, abrazados en nuestra cama, sintiendo el reconfortante abrazo de la persona amada. También me asedió la horrible imagen de su hermosa cabeza volando sobre mi hombro, la vacía y perdida mirada que dejó en ella la muerte, y de pronto, me sentí más solo y abatido que nunca...


Me voy para no volver en una larga temporada, me voy para liberarme de todo mi odio, mi rabia y mi frustración... me voy para ser devastador y mortífero, como nunca antes quise serlo...

Y cuando yo me vaya, España estará libre de vampiros... pues yo soy el único que sobrevivió a Arthur...

4 comentarios:

Erzsébet dijo...

Interesante. Felicidades cielo

Belén dijo...

Pues nada, me imagino que allende el estrecho te pasará, cosa que seguro nos contarás...

Besicos

diariodeunamujersola dijo...

vaya....la resignacion de un vampiro...imagino que todo lo que es apasionadamente vivido debe de ser apasionadamente recordado...pero su alma inmortal no puede conformarse....la rabia, la ira,el dolor son rios de emociones y por tanto no desaparecen o fluyen o se estancan....y en cualquiera de los dos estados hay consecuencias portanto dejaremos que repose su dolor y a ver cuando sale de su claustro.....buena historia
besitos

Fany dijo...

Bueno...es normal que duelan las ausencias...pero todo pasa... espero que tampoco haga demasiadas "locuras"por ese dolor...

Un Beso! ^^