12 de julio de 2009

Capitulo 39


4 DE ENERO DE 1930


Planas llego a mi casa a las seis de la mañana. Estaba alterado, nervioso, como si la peor de las noticias hubiese estallado entre sus manos.

El lo había intentado, me juro mil y una veces que había hecho todo lo posible para conseguirnos el respaldo del clero. Pero como suele pasar en estos casos, pesaban mas los prejuicios y el orgullo, que la propia supervivencia.

Habían rechazado la colaboración con lo que ellos consideraban como demonios. Hijos de Lucifer nos llamaron…


Y claro esta, esta negativa nos volvía a poner en el blanco de la iglesia, solo que esta vez ellos contaban con una cantidad de información colosal acerca de nuestras identidades y domicilios.

Ese mismo censo que meses atrás nos indultaría del acoso de los cazadores, ahora mismo era un billete al otro mundo.

Al padre Planas lo apartaron del caso. Entendieron que había sido influenciado por nuestros cantos de sirena, y solamente entorpecería la misión de destruir todo rasgo demoniaco en España.

El mismísimo Vaticano había dado la orden, y eso, para el clero era palabra de Dios.

No obstante y a pesar de todo, no era eso lo que mas me preocupaba, sino el hecho de que a partir de ahora, tendría que cubrir mis espaldas, ya que cualquier desconocido que caminase en mi misma dirección estaba bajo sospecha de ser un cazador.


Yo en ocasiones aun me sigo sorprendiendo de la estupidez de la raza humana. De su impávida ignorancia. Se estaba librando una guerra silenciosa a su alrededor, y ellos eran incapaces de percibir la eterna batalla entre iglesia y progreso. Porque puede que nosotros seamos malditos, pero al fin y al cabo, somos una especie mucho más evolucionada genética e intelectualmente que los humanos.



20 DE MARZO DE 1930


Hay algo extraño en todo esto. Planas se ha comprometido a descubrir que cazador le había sido encomendada mi muerte, para así poder convertirlo en el cazador cazado.

Lo ultimo que supe del cura es que el Vaticano lo había amenazado con excomulgarlo si seguía con su estupido empeño en ayudarnos.

Además, vuelvo a sentir una presencia muy familiar a mi alrededor.

No esta sola, viene acompañada por alguien muy poderoso. Percibo mucho odio en cada uno de sus movimientos.

Estoy casi seguro al cien por cien de que es ella. Pero, ¿Por qué ha vuelto?, ¿Qué hace aquí? La creía en Francia, con su nuevo amante.

Parece que haga lo que haga, el destino siempre se vuelve a cruzar en mi camino…



1 DE JUNIO DE 1930


Efectivamente mis sospechas se confirman. Sonya esta en Madrid.

Y, aun no se muy bien porque, Letterman la acompaña.

Parece que ese bastardo quiere utilizarla como cebo, pero la pregunta es,

¿Por qué se ha prestado ella a esta traición?

Sonya, aquella chica maltratada por su conversor, aquel ángel de música que con su dulce

voz había enamorado a propios y extraños. Aquella chica que poco a poco se convirtió en

una experta en la manipulación, la extorsión, en el engaño, y en pisar a todo y todos

con el fin ultimo de conseguir cuanto desea. Sonya, aquella vampira a la que tanto quise, y que tan feliz me hizo en ocasiones.


Ahora debía controlarme para no caer en su trampa. La chica que me perseguía ya no era la Sonya que una vez quise, sino un enemigo mas.

Debería mentalizarme de esto si no quería que mis fuerzas y mi convicción flaqueasen.

En cuanto a Letterman… me hubiese gustado contar con el apoyo del clero, con sus expertos cazadores de vampiros, pero por desgracia, debería enfrentarme solo contra el.

Así las cosas, debía idear un plan de ataque y defensa viable.



16 DE JULIO DE 1930


Entre en una calleja de la zona más humilde, por no decir pobre, de Madrid, en busca de algún animal que echarme a la boca.

Sabia que me seguían, que estaban encima de mi, ocultos entre las sombras y portales.

No era estupido, había elegido salir a cazar por esas calles porque son las menos concurridas de la ciudad. Porque evidentemente, no suscitaría tanta curiosidad una pelea entre inmortales en un lugar así, y porque en el caso de que hubiese algún testigo, abandonaría mi vegetariana dieta animal, y haría una pequeña excepción con ellos.


Estaba junto en el centro de una replaza adoquinada, iluminada solo por tres toscas farolas de color negro.

Una sombra salio de entre los arbustos de mi derecha. Era bajita, femenina, delicada en sus pasos, como si de una bailarina de ballet se tratase… era Sonya.

Al instante otra sombra, mucho más grande, más incluso que yo, ya que me sacaba alrededor de tres o cuatro cabezas, cruzo un arco de medio punto que daba acceso a la replaza.

Pero aquí fallaba algo, no me salían las cuentas.

¿Como podía ser que percibiese tres canales de pensamientos centrados en mí, y en cambio únicamente estuviesen Sonya y Letterman?


No hablaron. Ni siquiera Sonya me dedico una palabra. Fue como si dos leones acechasen a su presa. No querían jugar, no querían dramatizar, no deseaban darme margen de maniobra.

Seguían acercándose, cada vez mas deprisa, hasta desembocar en un caminar apresurado que, de haber sido mas grande la plaza, les hubiese hecho correr.


Letterman, a apenas dos metros de mi, saco del interior de su chaqueta una daga y pareció meditar por un momento donde me la clavaría primero.

Sonya en cambio no parecía tan decidida a atacar. Al parecer el pacto tenía como fin encontrarme y atraerme, no atacarme. No parecía dispuesta a dañarme directamente, pero antes de que pudiese darme cuenta me había agarrado fuertemente de las muñecas desde mi espalda, tratando de inmovilizarme y facilitarle así a su jefe el ataque.


El líder de los vampiros conservadores estaba frente a mí, preparándose para clavarme la daga en el pecho, deseoso de torturarme, con los ojos inyectados en sangre como un animal carroñero que encuentra a su presa desvalida…

Sentí como la hoja del arma blanca cortaba mi piel, músculos, y rozaba las costillas, avanzando sin consideración através de mi interior.


Dolió, pero no lo suficiente…

Algo me inquieto. La tercera presencia estaba detrás de mi, tal vez, si pudiese girar la cabeza alcanzaría a verla…

De repente escuche un golpe seco contra en suelo, como si una pelota de balompié hubiese caído a mi lado. Percibí un férreo olor a mis pies. ¿Podría eso ser sangre?

La manos de Sonya dejaron de aferrar mis muñecas, y un instante después, su cuerpo decapitado cayo tras de mi.


Letterman estaba petrificado. Tan desconcertado como yo, con su daga aun en el pecho.

Saco su arma de mi cuerpo y concentro ahora su ataque en la persona que había matado a Sonya.

Me aparte velozmente, mas en busca de respuestas que como maniobra de evasión.

Y lo que mis ojos vieron fue una dulce cría de apenas 18 años, de baja estatura, pelo rubio, del color de la paja, y enormes ojo marrones.


Una cría que, pese a las primeras impresiones, desprendía un halo de frialdad, de sed de sangre…

Ella era quien me había estado siguiendo estas ultimas semanas, mas aun desde que Sonya y Letterman habían llegado a la ciudad…