14 de junio de 2009

Capitulo 38


4 DE JUNIO DE 1929

Sabia que iba tras mis pasos.
Practicamente podía escuchar sus pensamientos. "Matar, matar, matar al vampiro".

Torcí a la derecha, en dirección a una de las calles mas glamourosas de aquel nuevo y deslumbrante Madrid con la esperanza de que tan solo fueran imaginaciones mías.

Mire hacia los balcones mas próximo a mi situación, y de un magistral salto me escondí tras las gruesas y bajas columnas de mármol negro que formaban la baranda del balcón del primer piso.

Aguarde mirando entre las columnas, atento a cualquier movimiento de mi perseguidor. Consciente de que haría acto de presencia en cualquier momento.

Ahí estaba. Desde mi Posición podía observar perfectamente a un joven de apenas 25 años, vestido de sacerdote y con una ballesta de roble entre las manos. Se apreciaba perfectamente una daga colgando de su cinturón.
No había duda, era un cazador de la iglesia.

Resultaba paradójico que precisamente me buscase a mi, el "líder" de los progresistas. El vampiro que estaba en busca y captura por sus semejantes mas conservadores, por defender la utópica coexisencia entre humanos, iglesia y vampiros.

Pero supongo que eso, a los católicos les daba igual. Simplemente seria una muesca mas en su culata. Un vampiro menos por el que temer...

Espere a que pasase de largo mi posición y salte tras el con la idea de sorprenderlo. No quería hacerle daño. Mis años de sangre e ira ya habían pasado a mejor vida. Solo quería hacerle ver que seguía al vampiro equivocado.

En menos de un segundo estaba detrás del sacerdote, que se giro con reflejos inusitados en un simple humano, y clavo una de las flechas de la ballesta en mi hombro. Buscaba mi corazón, pero erro... Y de haber querido ese hubiese sido su mayor error.

- Padre, me temo que eso no funciona con los nuestros.

- Criatura del demonio, no te acerques, o atravesare tu oscuro corazón con las flechas de agua bendita.

-Padre, le acabo de decir, que eso no funciona con nosotros... Y permitame añadir, que no estoy interesado en matarle. Quiero que hablemos.

-Y El Señor dijo: no escuchéis a la serpiente pues...

-!Padre, maldita sea! No voy a matarle, esta siguiendo al vampiro equivocado. Mi nombre es Alberto Ferrer, y lo crea o no, tenemos un enemigo común... Soy perseguido, junto con otros pocos mas, por mi propia especie, por proclamar públicamente la posibilidad de vivir alimentándonos con sangre animal, por querer coexistir con la especie humana... ¿De verdad me considera un peligro?, sea sensato Padre...

-¿como se q no me estas mintiendo, demonio?

-Lo primero, no soy un demonio, y lo segundo, esta a punto de comprobarlo...


Rápidamente me abalance sobre el, despojándolo de su daga, y salte por encima de su lozano cuerpo tendido en el suelo, inmóvil, asustado.
Corrí dirección Oeste, y una enorme sombra apareció de la nada, acercándome velozmente a mi.
Era uno de ellos. Letterman había mandado a alguno de sus acólitos para que siguiese al cura.

Blandí la daga ante mis ojos, y en un par de pestañeos, había acabado todo...
La cabeza del vampiro rodó dirección al cura, que asombrado, observo como yo, su objetivo, le acababa de salvar la vida, de una forma mucho mas efectiva de lo que su querida iglesia podría haber hecho jamas...


-Padre, este sitio no es seguro, acompañeme por favor, se lo explicare todo.


Llegamos a mi hogar. Le prepare un café italiano con la finalidad de que aparcase por un momento sus prejuicios, y se abriese a lo que estaba a punto de contarle.

Pasaron horas, y el sol ya despuntaba cuando el Padre Santiago Planas abandono mi morada, convencido de que debía transmitir todo lo que había escuchado esa noche de mis labios a sus superiores.
Había una guerra que la mismísima iglesia desconocía, y ahora, gracias a mi, estarían preparados para lo peor.




28 DE JULIO DE 1928

El Padre Planas me visito temprano, en torno a las 7 de la mañana. Traía consigo malas noticias. El Vaticano había desestimado su petición de colaborar conmigo. Me consideraban peligroso y demoniaco. No obstante, el discrepaba, y estaba dispuesto a desobedecer las ordenes del mismísimo Santo Padre si fuera necesario, con tal de evitar un daño mayor.

Me advirtió de que nuestra "relación" seria secreta. Nadie podía averiguar que un sacerdote y un vampiro estaban colaborando contra los mas radicales de mi especia, y en cierto modo, también de la suya.

Santiago Planas era un hombre joven, de 24 años. Huérfano desde los dos años, los Franciscanos se habían ocupado de su educción y manutención desde entonces.
Era un devoto creyente, y eso le había servido para alcanzar un gran respeto entre los suyos, a pesar de su evidente juventud.

Su pelo corto, moreno y su cara de bondad, ocultaban a un novato cazador de vampiros con sed de limpieza. No importaba como, pero confiaba en mi. Sabia que nos necesitábamos mutuamente, y que teníamos mas posibilidades de éxito aliados, que enfrentados.

Su cara mostraba una palpable preocupación por la negativa de sus superiores a una alianza con los mios. Era lógico, aunque me había ganado su confianza, su mirada seguía mostrando un cierto grado de rechazo hacia mi condición. Sabia que no le gustaba lo mas mínimo. Pero aun así, confiaba en el, y el confiaba en mi.

Escribí en unos folios todo lo que sabia de Letterman y los suyos. Sus planes, que, aunque supuestamente secretos, corrían como un rumor entre las ciudades europeas con mayor índice de vampirismo.

Metí la carta en un sobre y se la entregue a Planas. Era el principio de nuestra autentica alianza. Ahora el conocía mi total compromiso a la causa, y lo que era mas importante, sabia todo lo que necesitaba por el momento de Letterman.

Nos despedimos, no sin antes invitarle a otro café italiano, y tener que sufrir su rueda de preguntas acerca de mi pasado. Yo sabia que no podía contárselo todo, pero al menos, podía hacerle ver mi cambio interior.

6 DE SEPTIEMBRE DE 1929

Nos reunimos en un viejo teatro que recientemente había adquirido. Debíamos tratar de acordar una estrategia que exaltase nuestras fortalezas, en detrimento de nuestra mayor debilidad, nuestra inferioridad numérica.

Les conté absolutamente todo, desde mis métodos en la Guerra del Sahara, hasta mi reciente relación con el Padre Planas.
Les dije que Santiago Planas no iba a darnos caza, que para ello me había encargado una especie de censo vampírico. Para no debilitarnos.

Todos se mostraron recelosos ante la posibilidad de que la iglesia nadase en nuestra misma dirección, pero una vez mas, y aun no se porque demonios lo siguen haciendo, confiaron en mi...

Ahora solo queda transmitirle nuestras estrategias al cura, e intercambiar informaciones.

Ahora, solo queda esperar...